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jueves, 17 de agosto de 2017

Confesiones periodísticas (I)


En la revista Bohemia donde en 1974 comencé a trabajar, había una serie de libertades. Hasta que llegó 1980 y con él una chilena llamada Marta Harnecker, teorizante del socialismo y esposa de Manuel Piñeiro, alias Barbarroja (Piñeiro fue jefe del Departamento América del Partido Comunista de Cuba, en esa función fue el principal organizador del apoyo cubano a las guerrillas en América Latina, murió de un "paro cardíaco" mientras manejaba su auto en La Habana, el 11 de marzo de 1998).

La Harnecker vino con una propuesta al director, Ángel Guerra, para hacer una encuesta sobre la prensa. El Cuarto Poder o algo así, no me recuerdo bien, se titulaba. Ella la iba a dirigir y se organizaron varios grupos de trabajo. A mí me pusieron en uno, pero esa encuesta no pasó del primer trabajo: el primero que se publicó le costó el puesto al director.

Estoy hablando del año 1980, un mes o dos antes del éxodo por el Mariel -desde el puerto habanero del Mariel, a unos cien kilómetros al este de la ciudad de La Habana, en cuatro meses alrededor de 125 mil personas se fueron de la isla y en esa misma época dos millones de cubanos declararon su deseo de abandonarla después de que Fidel Castro anunciara que dejaría salir al que quisiese. Antes, en el mes de abril, ya había ocurrido lo de la Embajada del Perú: en menos de cuarenta y ocho horas cerca de 11 mil personas ingresaron a la Embajada de Perú en La Habana con la intención de emigrar. Un año en el cual ideológicamente la revolución estaba muy mal, aunque no lo parecía. Lo del Mariel fue un mazazo terrible y a nivel privado muchos periodistas lo pensaban y comentaban.

A partir de ahí la prensa cubana no se volvió a recuperar. No solamente fue destronado el director de Bohemia, Ángel Guerra, sino que también fue destituido Orlando Fundora, jefe del Departamento de Orientación Revolucionaria, el DOR, como le llaman a la secretaría ideológica del comité central del partido comunista. Fundora estuvo un tiempo en "plan piyama", en su casa, y después fue nombrado presidente del Movimiento Cubano por la Paz.

En la redacción –voy a decir una palabra poco femenina- los periodistas se apendejaron. En Cuba la gente coge miedo, habla bajito aquí y allá, siempre en círculos cerrados, no comenta nada en voz alta, porque la gente siempre está tratando de proteger su salario para mantener a su familia. En el caso de los periodistas oficiales tenemos que pensar que ellos tienen posibilidades que no tiene el ciudadano de a pie, como viajar, si no fuera del país, pueden ir a provincias, participar en eventos donde pueden comer, resolver algo y conocer algún extranjero.

Es una actitud cobarde, pero es una reacción similar a la de todo el pueblo, porque es la reacción propia y lógica de todos los regímenes como el cubano, de callarse, de no denunciar, de no crear problemas, de no hacer nada.

Yo nunca estuve sentada esperando los planes temáticos que hacía el departamento ideológico del partido: "Ahora esta semana hay que escribir sobre el aniversario de la revolución o el aniversario de Martí o esto y lo otro". No, no. A mí se me ocurrían las cosas y como se me ocurrían las cosas tenía posibilidades de hacer lo que me gustaba, porque a mí se me había ocurrido.

Entonces siempre logré tener contactos y hablar y, sobre todo, discutir con los políticos. La cosa esta de la política la llevo dentro y por eso discutía y le escribía a todo el mundo. A los que dirigían la prensa siempre les decía: "Ustedes no les pueden pedir peras al olmo", porque siempre estaban con la consigna de hacer "un periodismo militante y creador".

Y el problema es que un periodismo militante no puede ser creador, pues se contradicen totalmente. O quizá podría hacerse en Argentina o en Brasil, donde uno puede criticar al presidente. Pero es que en Cuba no se puede hacer un periodismo crítico, no se puede criticar al sistema ni al partido. Y después ocurría que venían los periodistas extranjeros y hacían grandes entrevistas, grandes reportajes. La diferencia estribaba en que ellos tenían libertad para hacerlo y los periodistas cubanos no.

Comencé a trabajar en Bohemia como periodista, pero ocupando una plaza de secretaria, al mes me pagaban 163 pesos. A pesar de ello, logré buenos trabajos, escribí para las páginas económicas, culturales, nacionales e históricas, entre otras. En 1978 hice un serial sobre los alemanes antifascistas en Cuba, trabajo que me valió una invitación a la República Democrática Alemana. Estuve tres semanas, en junio de 1979, invitada por el ministerio de relaciones exteriores de la RDA. Y ese ministerio después dijo que la periodista más productiva que los había visitado había sido yo. Solamente de ese viaje en Bohemia publiqué 50 páginas, pueden ir a los archivos de la revista o a la Biblioteca Nacional y contarlas.

Junto con el elogio me gané una crítica, me dijero: "Parecía mentira que fuera una periodista socialista, porque me había comportado como una capitalista". Ellos no podiín entender que me había comportado en la RDA como me comportaba en Cuba. No publiqué ni una palabra de la visita que hice a una fábrica de Berlín llamada Rosa Luxemburgo, porque yo quería hablar con los obreros y con quien quisiera y unas personas a nombre del partido, el sindicato y la administración me recibieron de una manera muy formal, en una oficina con café y galleticas.

Al día siguiente a la señora del ministerio de relaciones exteriores que me atendía, le dije que eso no era lo que yo quería y, por lo tanto, no iba a publicar nada. También tuve una discusión muy fuerte con esa misma funcionaria, porque sin consultar con ella, me entrevisté con el hombre que en ese momento era el presidente de la asociación de judíos alemanes y en la RDA ése no era un tema que a ellos les interesara divulgar. Con la periodista Cathèrine Gittis fui al cementerio de los judíos en Berlin y los del departamento de prensa volvieron a disgustarse, dijeron que eso estaba fuera del programa.

En Bohemia publiqué un primer serial titulado "El país de los cochecitos", algo bastante novedoso y ameno. Era la primera vez que salía del país y me impactó ver a las madres con niños en cochecitos por todas partes. En la Cuba de 1979 encontrar a una mujer con su bebé en un coche era como encontrar un cosmonauta por la calle. Ese serial salió en cuatro partes y en él describía cómo era la gente, cómo vestía, el transporte, las carnicerías, llenas de carnes, salchichas y quesos.

Comparado con Cuba, la RDA tenía mucho más desarrollo, era un semitotalitarismo. Ellos tenían la cuestión ideológica esa tan fuerte con la Alemania Federal y me di cuenta que había un mal de fondo, pero no tuve una idea más exacta hasta que no leí libros como "La gran estafa", del peruano Eudocio Ravines. Ese tipo de literatura me abrió un poco más las entendederas, porque yo estaba en el bosque y no veía los árboles.

En 1982 pasé a la televisión cubana. Ya tenía 40 años y había quien pensaba que a esa edad no iba a poder adaptarme a un medio totalmente diferente, con otro estilo. Empecé de guionista en distintos programas, fui reportera del Noticiero Nacional de Televisión y mi último trabajo fue como realizadora de un espacio que se llamaba Puntos de Vista, de encuestas en la calle, un programa de debate y opinión que salió al aire entre 1986 y 1992. Hasta hoy, ha sido el programa más polémico que ha tenido la televisión cubana.

Después estuve cuatro años cobrando mi salario sin trabajar, no me daban contenido de trabajo porque mi hijo, Iván García Quintero, en marzo de 1991 había sido detenido por la Seguridad del Estado, acusado de "propaganda enemiga". Sin saberlo, había pasado a una lista negra y en la televisión prefirieron que yo cobrara mi salario sin hacer nada. Entonces en 1995, cuando Raúl Rivero crea la agencia de periodismo independiente Cuba Press, prácticamente no tenía nada que perder, a no ser el salario: 250 pesos, unos 10 dólares al cambio actual. Tenía 57 años, me faltaban tres años para jubilarme y decidí dar ese paso y arriesgarme a ser periodista independiente.

Mi curriculum laboral se había iniciado en agosto de 1959, como mecanógrafa a las órdenes de Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular. En 2002, cuando escribí este relato, hubiera cumplido 43 años de trabajo, que los tiraron por la borda y nunca me los reconocieron. No cobré jubilación, no cobré nada, no tuve ningún derecho social, ni sindical. No tuve nada, nada.

Ser periodista independiente ha sido muy gratificante. Escribo todo lo que se me ocurre, critico al sistema y a veces también a la disidencia y a la propia prensa independiente, porque es la libertad que uno se ha ganado. Una corresponsal en La Habana del Sun Sentinel, una puertorriqueña de 30 años, un día por teléfono me dijo que ella no entendía eso que dicen los disidentes cubanos que han "conquistado un espacio".

-Mira, le respondí, hemos conquistado un espacio porque yo misma he estado detenida, me han hecho un acto de repudio frente a mi casa, han registrado mi domicilio, me ha visitado la Seguridad del Estado, me han amenazado, me han cortado el teléfono, me han vigilado y he continuado escribiendo. Y uno sigue haciendo las cosas y, bueno, pasa el tiempo y ellos lo ven a uno con cierto respeto.

Como ya mencioné, en 1991 mi hijo fue detenido por la Seguridad del Estado, estuvo dos semanas en Villa Marista y para que no fuera enjuiciado mediaron Enrique Román, entonces presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión, y Carlos Aldana, quien en ese momento era considerado el número tres del régimen. Entre 1975-79 Aldana había estado en Angola como jefe de propaganda de las tropas cubanas y en septiembre de 1992, cuando se encontraba al frente de los departamentos ideológico y de relaciones exteriores del partido comunista, fue abruptamente separado del cargo. Después de su destitución fue nombrado director de un balneario de las fuerzas armadas en Trinidad, provincia de Sancti Spiritus.

Iván también es periodista independiente. Su fuerte es el deporte, pero también es muy bueno escribiendo crónicas sociales y artículos politicos. Cuba Press, el grupo de Raúl Rivero, se fundó el 23 de septiembre de 1995 y yo envié el primer trabajo unos días después, el 12 de octubre. Iván también se incorporó desde el principio. Nunca había escrito ni una carta. Aprendió sobre la marcha y ahora Raúl dice que es uno de los que mejor escribe.

La detención de mi hijo en Villa Marista va a provocar que yo, a la larga, pierda mi trabajo en la televisión: dejé de ser una periodista "confiable". A Iván lo detuvieron junto con tres muchachos más del barrio, estaba ajena a todo, la Seguridad pudo probar que yo estaba al margen de sus andanzas. Me dijeron que ellos pintaban carteles antigubernamentales, todavía a ciencia cierta no sé qué hacían. En la Seguridad del Estado me interrogaron y me enseñaron varias pancartas y al oficial le dije: "Eso no lo hizo mi hijo, porque él tiene faltas de ortografía y, además, ésa no es su letra. No lo estoy defendiendo, simplemente le estoy diciendo la verdad". Bueno, la cuestión es que no lo enjuiciaron, ni a él ni a los otros tres.

Tania Quintero

Foto: Edificio donde radica la revista Bohemia, en San Pedro y Boyeros, Plaza de la Revolución, La Habana. Realizada por Rivera Notario y tomada de Flickr.

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